lunes, 16 de diciembre de 2013

Libro: Rimas y poesias varias de Gustavo Adolfo Becquer [par

Gustavo Adolfo Bécquer
17 de febrero de 1836 al 22 de diciembre de 1870 – Madrid

RIMAS & Poesías Varias
(mayo 1953)

I
Como arranca el hierra de una herida,
Su amor de las entrañas me arranqué,
Aunque sentí al hacerlo que la vida
Me arrancaba con él.

Del altar que le alcé en el alma mía
La voluntad su imagen arrojó,
Y la luz de la fe que en ella ardía
Ante el ara desierta se apagó.

Aun para combatir mi firme empeño
Viene a mi mente su visión tenaz…
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
En que acaba es soñar!


II
Yo me he asomado a las profundas simas
De la tierra y del cielo,
Y les he visto el fin o con los ojos
O con el pensamiento.

Mas ¡ay! De un corazón llegué al abismo
Y me incliné por verlo,
Y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡Tan hondo era y tan negro!


III
EN la clave del arco mal sefuro,
Cuyas piedras el timpo enrojeció,
Obra de cincel rudo, campeaba
El gótico blasón.

Penacho de su yelmo de granito,
La hiedra que colgaba en derredor
Deba sombra al escudo, en que una mano
Tenía un corazón.

A contemplarlo en la desierta plaza
Nos paramos los dos:
Y <<Ese –me dijo- es el cabal emblema
De mi constante amor>>.

¡Ay!, es verdad lo que me dijo entonces:
Verdad que el corazón
Lo llevará en la mano… en cualquier parte…
Pero en el pecho, no.


IV
Los susiros sos aire, y van al aire.
Las lágrimas son agua, y van al mar.
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿Sabes tú adónde va?


V
Las ondas tienen vaga armonía,
Las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día; yo algo mejor:
¡yo tengo Amor!
Segunda voz
Aura de aplausos,
nube rabiosa,
ola de envidia que besa el pie.
isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa.
¡dulce embriaguez la Gloria es!
Tercera voz
Ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad,
todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro sólo es verdad:
¡la Libertad!
Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción,
y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
"¿Te embarcas?",
gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
"ha tiempo lo hice,
por cierto que aun tengo
la ropa en la playa tendida a secar.


VI
Fatigada del baile, encendido el color,
breve el aliento, apoyada en mi brazo,
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como cuna de nácar
que empuja al mar y que acaricia el céfiro
tal vez allí dormía al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡Quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!


VII
Voy contra mi interés al confesarlo;
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda solo es buena
de un billete del banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
Mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica...
¡Boberías!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo se que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.


VIII
¿Quieres que de ese néctar delicioso
no te amargue la hez?
pues aspírale, acércale a tus labios
y déjale después.
¿Quieres que conservemos una dulce
memoria de este amor?
Pues amémonos hoy mucho y mañana
digámonos ¡adiós!


IX
Entre el discorde estruendo de la orgía
acarició mi oído, como nota de lejana música,
el eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco,
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor que oculta crece
en un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa,
"¿en qué piensas ?", me dijo:
"En nada..." "¿ En nada, y lloras?"
"Es que tengo alegre la tristeza y triste el vino".


X
Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo;
¿a qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora!
No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
¡Llora!
¡Nadie nos mira!
Ya ves: soy un hombre...
¡y también lloro!


XI
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de este himno
cadencias que el aire dilata en la sombras.
Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa!
pudiera al oído, contártelo a solas.


XII
Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco a su capricho un dios,
y luego ante su obra se arrodilla,
eso hicimos tu y yo.
Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente ridícula invención,
y hecho el ídolo ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor.


XIII
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: "Levántate y anda"!


XIV
Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mí:
y pasa sonriéndose y yo digo
¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa
máscara del dolor, y entonces pienso:
"¡Acaso ella se ríe, como me río yo!"


XV
Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
sin adivinarse dónde
temblando se clavará;
hoja del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;.
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;
luz que en los cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;
eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo, ni a dónde
mis pasos me llevarán.


XVI
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡Y se me revelo por qué se llora,
y comprendí una vez por qué se mata!
Pasó la nube de dolor..., con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo
¡Me hacia un gran favor!..
Le di las gracias.


XVII
Yo sé cuál el objeto de tus suspiros es;
yo conozco la causa de tu dulce
secreta languidez.
¿Te ríes?...
Algún día sabrás, niña, por qué:
tú lo sabes apenas y yo lo sé.
Yo sé cuando tu sueñas,
y lo que en sueños ves;
como en un libro puedo
lo que callas en tu frente leer.
¿Te ríes?...
Algún día sabrás, niña, por qué:
tú lo sabes apenas y yo lo sé.
Yo sé por qué sonríes
y lloras a la vez.
Yo penetro en los senos misteriosos
de tu alma de mujer.
¿Te ríes?...
Algún día sabrás, niña, por qué:
mientras tu sientes mucho y nada sabes,
yo que no siento ya, todo lo sé.


XVIII
¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y a su beso de lumbre brillar
las olas y encenderse el aire!
¡Qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores el perfume
beber hasta saciarse!
¡Qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!
¡Qué hermoso es cuando hay sueño
dormir bien... y roncar como un sochantre...
y comer... y engordar... y qué desgracia
que esto solo no baste!


XIX
¿Cómo vive esa rosa que has prendido
junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora contemple en la tierra
sobre el volcán la flor.


XX
Hoy como ayer, mañana como hoy
¡y siempre igual!
Un cielo gris, un horizonte eterno
y andar..., andar.
Moviéndose a compás como una estúpida
máquina, el corazón;
la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso,
buscándole sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.
Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar;
gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar..Así van deslizándose los días
unos de otros en pos,
hoy lo mismo que ayer...,
y todos ellos sin goce ni dolor.
¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir...
Amargo es el dolor;
¡pero siquiera padecer es vivir!


XXI
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul..
¿Que es poesía?, Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.


XXII
Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... ¡yo no sé
que te diera por un beso!


XXIII
¿Será verdad que cuando toca el sueño
con sus dedos de rosa nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?
¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?
¿Y allí desnudo de la humana forma,
allí los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?
¿Y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?
¡Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros:
lo que sé es que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco!


XXIV
Las ropas desceñidas,
desnudas las espadas,
en el dintel de oro de la puerta
dos ángeles velaban.
Me aproximé a los hierros
que defienden la entrada,
y de las dobles rejas en el fondo
la vi confusa y blanca.
La vi como la imagen
que en un ensueño pasa,
como un rayo de luz tenue y difuso
que entre tinieblas nada.
Me sentí de un ardiente
deseo llena el alma;
¡como atrae un abismo, aquel misterio
hacía si me arrastraba!
Mas, ¡ay!, que de los ángeles
parecían decirme las miradas:
"¡El umbral de esta puerta
sólo Dios lo traspasa!"


XXV
Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos
a través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo,
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho.
Cuando miro de noche en el fondo
obscuro del cielo
las estrellas temblar,
como ardientes
pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz,
y con ella
en lumbre encendido
fundirme en un beso.
En el mar en la duda en que bogo
ni aún se lo que creo:
¡Sin embargo,
estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro


XXVI
Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!
¡No pudo ser!
Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme! ...
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder:
la senda estrecha, inevitable el choque ...
¡No pudo ser!


XXVII
Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza.
El sol besa a la nube de occidente
y de púrpura y oro la matiza.
La llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza.
Y hasta el sauce inclinándose a su peso
al río que lo besa, vuelve un beso.


XXVIII
Antes que tú me moriré:
Escondido en las entrañas ya
el hierro llevo con que abrió tu mano
la ancha herida mortal.
Antes que tú me moriré:
y mi espíritu, en su empeño tenaz,
sentándose a las puertas de la muerte,
allí te esperará.
Con las horas los días,
con los días los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar?
Entonces que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
lavándote en las ondas de la muerte
como en otro Jordán.
Allí, donde el murmullo de la vida
temblando a morir va,
como la ola que a la playa viene
silenciosa a expirar.
Allí donde el sepulcro que se cierra
abre una eternidad...
¡Todo lo que los dos hemos callado
lo tenemos que hablar !


XXIX
Tu pupila es azul,
y cuando ríes, su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea
me parece, en el cielo de la tarde,
¡una perdida estrella!


XXX
Nuestra pasión fue un trágico sainete
en cuya absurda fábula
lo cómico y lo grave confundidos
risas y llanto arrancan.
Pero fue lo peor de aquella historia
que al fin de la jornada
a ella tocaron lágrimas y risas
y a mí, sólo las lágrimas.


XXXI
Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía, cuanto poseo,
la luz, el aire y el pensamiento!
Cuanto se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,.cuanto deseo,
la fama, el oro, la gloria,
el genio!
Cuanto enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía, por cuanto espero,
la fe, el espíritu, la tierra,
el cielo.


XXXII
Este armazón de huesos y pellejo
de pasear una cabeza loca
cansado se halla al fin, y no lo extraño;
pues, aunque es la verdad que no soy viejo,
de la parte de vida que me toca
en la vida del mundo, por mi daño
he hecho un uso tal, que juraría
que he condensado un siglo en cada día.
Así, aunque ahora muriera,
no podría decir que no he vivido;
que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
conozco que por dentro ha envejecido.
Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella!,
harto lo dice ya mi afán doliente;
que hay dolor que al pasar su horrible huella
graba en el corazón, si no en la frente.


XXXIII
Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama.
Dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan.
Dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata.
Dos jirones de vapor
que del lago se levantan,
y al reunirse en el cielo
forman una nube blanca.
Dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.


XXXIV
Dejé la luz a un lado, y en el borde
de la revuelta cama me senté,
Mudo, sombrío, la pupila inmóvil
clavada en la pared.
¿Qué tiempo estuve así?
No sé: al dejarme
la embriaguez horrible de dolor,
expiraba la luz y en mis balcones
reía el sol.
Ni sé tampoco en tan terribles horas
en qué pensaba o que pasó por mí;
solo recuerdo que lloré y maldije,
y que en aquella noche envejecí.


XXXV
Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego encienden las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!


XXXVI
Cuando volvemos las fugaces horas
del pasado a evocar,
temblando brilla en sus pestañas negras
una lágrima pronta a resbalar.
Y al fin resbala y cae como gota
del rocío al pensar que cual hoy por ayer,
por hoy mañana
volveremos los dos a suspirar.


XXXVII
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que al alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.


XXXVIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
¡así no te querrán!


XXXIX
No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
Y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
mientras la humanidad siempre avanzando,
no sepa a dó camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras sintamos que se alegra el alma
sin que los labios rían;
mientras se llora sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza.
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡Habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!


XL
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mis labios una frase de perdón...
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: "¿Por que callé aquél día?"
y ella dirá. "¿Por qué no lloré yo?"




Fin de la primera parte, espero que les guste y los difruten. Luego subiré los poemas que faltan copiar del libro

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