Si en algo confluyen los múltiples y diversos superhéroes, entre el variado abanico de armas y poderes sobrehumanos, seguramente sea en la necesidad común de ocultar su verdadera identidad. Será precisamente por ello que, no obstante el obligado anonimato, manifiestan su impronta personal mediante elementos simbólicos, como los atuendos y atributos de indumentaria, frases y, desde luego, a recurriendo al uso de logotipos. De hecho, los logotipos empleados por el ejército de superhéroes a lo largo de la historia ha constituido un ejercicio temprano de lo que hoy denominamos branding, es decir, el manejo consciente de la imagen de una marca.
Los superhéroes supieron forjar identidades de marca tan sofisticadas y contundentes, que incluso hoy en día -en algunos casos con historias de más de cien años-, estas marcas siguen siendo excelentemente efectivas. Lo más curioso del caso resulta ser que las marcas y logotipos en cuestión fueron desarrollados por los propios dibujantes de comics, los que supieron tempranamente, y a base de instinto puro, que necesitaban un elemento simbólico original y perdurable en el recuerdo de sus lectores. Es sorprendente observar cómo los diseños adoptados para cada personaje creado resultaron ser perfectos ejemplos de lo que muchos años más tarde se perpetró como un canon actual del correcto diseño gráfico y la identidad de marca.
Si bien el logotipo de cualquier superhéroe está vivo y se adapta a la dinámica de un determinado tiempo y público consumidor, ciertamente la esencia permanece inalterable, como un elemento atemporal, cualidad por excelencia de cualquier logotipo que se precie de tal.
En el caso de Superman, quizá el logotipo más reconocible en la historia del comic, analizar detalladamente su símbolo puede ayudarnos a comprender por qué se ha transformado en un ícono de la cultura gráfica del siglo XX. La forma de diamante que encierra a la destacada letra S transmite un concepto de fuerza y resistencia, principalmente. Pero, además, evoca la forma del contorno de un poderoso torso humano, enfatizando incluso la fisonomía musculosa y atlética del superhéroe cuando se lo calza sobre el pecho. El contraste vivo de los colores rojo y amarillo, en alusión al sol de Kriptón y al de la Tierra respectivamente, se mantiene inalterable desde los primeros tiempos, aunque el logotipo original era bastante más simple, compuesto por la letra roja S y un escudo amarillo semejante una placa de policía.
Batman representa a otro de los grandes íconos en la historia de la cultura gráfica contemporánea. Una silueta sencilla y estilizada de un murciélago volando ha servido para identificar por siempre a uno de los superhéroes más admirados por el público, lo que vale mucho más aún si se contempla que carece en realidad de súper-poderes.
Su símbolo, si bien no ha cambiado, supo evolucionar a través de un diseño dinámico siempre respetó el abundante color negro como principal característica de este Caballero de la noche. Alternando en ocasiones con el color amarillo como complementario, el concepto nocturno jamás se diluyó.
Flash, como en el caso de Superman, basó su logotipo en el contraste de los vivos colores rojo y amarillo. Su principal característica, la extrema velocidad, fue puesta de manifiesto a través de una representación inequívoca, el relámpago. Mientras que un círculo unifica y equilibra al conjunto, la diagonal que traza el símbolo de un rayo aporta un perfecto dinamismo.
Linterna verde no puede menos que recurrir al tono de color que da origen a su nombre. El círculo, un recurso muy común entre los logotipos de los superhéroes, da forma perfecta al foco o linterna que lo identifica, pero además cobra un renovado sentido cuando refleja la fisonomía exacta del Anillo de poder con el que se encuentra munido este personaje.
El logo de la Mujer Maravilla enlaza perspicazmente dos letras W, que por un lado aluden directamente a su nombre en inglés, Wonder Woman, y a la vez componen la fisonomía de un ave con las alas extendidas, con clara referencia a su capacidad de volar.
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