lunes, 3 de marzo de 2014

El imperialismo de Putin pone a Europa a las puertas de una

El imperialismo de Putin pone a Europa a las puertas de una guerra


El imperialismo de Putin pone a Europa a las puertas de una


Si el presidente ruso, Vladimir Putin puso el miércoles en alerta al Ejército, en unas maniobras supuestamente rutinarias e independientes de la situación en Ucrania, según palabras del ministro de Defensa, ayer se quitó la careta, pidiendo directamente permiso al Senado para el envío de «fuerzas estabilizadoras», movimiento que venía a responder a la solicitud de ayuda que realizó por la mañana el primer ministro de Crimea, Serguei Axionov. Éste también anunció el adelanto del referéndum de autodeterminación sobre la península del mar Negro del 25 de mayo al 30 de marzo. Las manifestaciones registradas ayer en Simferopol a favor de la intervención de Moscú permitieron al Kremlin acelerar los plazos.
Un anuncio que desoye las advertencias de la Unión Europea y Estados Unidos, y que provocó la convocatoria de una sesión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU ayer por la noche. Pese al apoyo en bloque que recibió en el Senado la propuesta de intervención en Ucrania, hay programadas para hoy en Moscú y San Petersburgo manifestaciones ciudadanas en contra de la guerra. «Debido a la extraordinaria situación en Ucrania, a la amenaza para la vida de ciudadanos rusos y al contingente de nuestras Fuerzas Armadas acuarteladas en Sebastopol, solicito al Senado el empleo del Ejército en territorio de Ucrania hasta la normalización sociopolítica del país», rezaba la solicitud de Putin a la Cámara Alta. La ley rusa exige la autorización del Senado para emplear al Ejército en un país extranjero, así que ésta se reunió ayer a primera hora de la tarde en sesión extraordinaria para dar luz verde a la operación.
En la misma intervinieron los jefes de los diferentes comités parlamentarios, que se pronunciaron de forma unánime y hasta entusiasta en favor de la moción, recibida entre aplausos tras la votación. El entusiasmo llegó al sur del país, donde se encuentra el depuesto presidente Viktor Yanukovich, que si el viernes en rueda de prensa se mostró contrario a la intervención rusa sobre el terreno, ayer cambió de parecer y se pronunció a favor de la medida. En realidad, la solicitud de Putin y la posterior aprobación en el Senado resulta poco más que un formalismo, pues desde hacía 72 horas las tropas rusas se encontraban ya desplegadas en territorio de Crimea. Aunque los alrededor de 6.000 efectivos oficialmente no estaban identificados, pues no portaban escudos o banderas, sus armas y uniformes no dejaban lugar a dudas. Tampoco su nivel de profesionalidad y disciplina, sólo podían ser rusos. El tamaño del contingente parece excesivo para el simple propósito de asegurar Crimea, máxime cuando el Ejército ucraniano carece de capacidad operativa real. Por eso se plantea ahora la duda sobre las verdaderas intenciones de Rusia. ¿Se limitará a «asegurar» Crimea, o continuará camino rumbo Noreste, donde decenas de miles de prorusos se manifestaron ayer en diferentes ciudades? La petición enviada al Senado en la que se exige el permiso para entrar en «Ucrania» y no en Crimea dio pie a las especulaciones hacia una operación de mayor alcance. Medios locales informaron anoche de la entrada en la región de Jarkov de blindados rusos procedentes de Crimea. La supuesta «amenaza a ciudadanos rusos» esgrimida ayer en la Duma como justificación del envío de tropas a Ucrania, ya sirvió hace seis años de coartada para la guerra con Georgia, y es que la ley contempla la actuación militar fuera de las fronteras del país si ciudadanos rusos se encuentran en peligro. En 2008 el conflicto por la titularidad de los territorios de Abjasia y Osetia del Sur se resolvió en apenas una semana y los bombardeos rusos dejaron varios cientos de muertos. La importancia estratégica de Crimea y por extensión de Ucrania es mucho mayor, y por extensión las consecuencias diplomáticas que podría tener un conflicto armado. El nuevo presidente ucraniano ordenó, por su parte, «teniendo en cuenta la agresión potencial, poner las Fuerzas Armadas en estado de plena disposición de combate. Se ha reforzado la vigilancia de las plantas atómicas, aeropuertos e instalaciones estratégicas de infraestructuras».
Tras la tensa reunión que mantuvo en Bruselas a finales de enero con la cúpula de la UE, Putin no ha vuelto a dar la cara con respecto a Ucrania. Ni una sola declaración pública desde entonces. El presidente ruso conversa por teléfono casi a diario con la canciller Angela Merkel (que habla ruso fluido) y que, pese a sus diferencias, se ha convertido en su única interlocutora con Occidente. Pero de puertas afuera, Putin ha dejado que sean Medvedev y Lavrov, primer ministro y responsable de Exteriores, respectivamente, los que se ensucien las manos con incendiarias declaraciones desacreditando al nuevo Ejecutivo de Kiev, mientras él se paseaba aparentemente despreocupado por los Juegos Olímpicos de Sochi. El hecho de que se mantenga, de momento, en un segundo plano no significa que no esté jugando la partida, disfrutando con el papel protagonista de Rusia en la arena internacional, perdido tras el colapso de la URSS.

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