Investigadores británicos desarrollan una hortaliza modificada genéticamente con un alto contenido de antioxidantes
A primera vista podría confundirse con una apetitosa remolacha. Pero sus semillas en seguida lo delatan, revelando que en realidad se trata de un tomate morado transgénico. Tras largos años de arduo estudio, el esfuerzo de 300 científicos internacionales, coordinados por el laboratorio del Centro John Innes de Norwich (este de Inglaterra), parece haber dado su fruto.
Los investigadores tomaron dos genes implicados en la coloración roja en los pétalos de la dragoniana, una planta mediterránea, y los introdujeron en los de la tomatera. Esos genes seleccionados permiten generar antocianina, un antioxidante beneficioso en la prevención del cáncer yresponsable de que las flores y frutas luzcan de color rojo o morado, muy presente en las zarzamoras, los arándanos o las frambuesas.
Tras la complicada operación de ingeniería genética, crecieron unos hermosos tomates que adquirían un intenso color púrpura al madurar, debido al alto contenido de antocianina tanto en la pulpa como en la piel, y cuya aparición en los supermercados cada vez está más cerca. Los primeros 1.200 litros de jugo de tomate morado llegarán pronto a Gran Bretaña, procedentes de Canadá.
Aunque la convencional hortaliza roja cuenta con todos los genes necesarios para generar esos antioxidantes, están inactivos. Gracias a esta modificación que desencadena un proceso dentro de la planta, han conseguido que se desarrolle la antocianina. Normalmente la dieta de la población no contiene la ingesta suficiente de este componente, por lo que alimentos tan comunes como el tomate intentarán suplir esa carencia.
«En el tomate morado tenemos los mismos componentes de estas frutas poco habituales, que pueden incorporarse ahora en otros alimentos más accesibles para que la gente los consuma en cantidades significativas», asegura a la BBC la profesora Cathie Martin, del John Innes Center de Norwich.
Lo fundamental en esta etapa es desarrollar las pruebas de seguridad alimenticia con el jugo para poder demostrar si el tomate morado puede efectivamente tener efectos positivos en la salud de los humanos. Estudios anteriores han ofrecido resultados muy optimistas. Para probar el efecto de esa explosión de antioxidantes, los científicos recurrieron en una ocasión a dos grupos de una cepa de ratones diseñados para ser particularmente susceptibles al cáncer. Tras ser alimentados con tomates convencionales y con los modificados, los que recibieron una fuerte dosis del vegetal de color púrpura en su dieta resultaron más longevos.
Un producto de vanguardia
Aunque la invención es británica, las restricciones de alimentos transgénicos de la Unión Europea obligaron a buscar algún lugar en el extranjero para desarrollar la tecnología y las pruebas posteriores. Los cultivos se trasladaron a la región de Ontario, en Canadá.
Las regulaciones canadienses resultan bastante favorables para los alimentos genéticamente modificados, lo que ayudó a concretar un acuerdo con la firma New Energy Farms. En un invernadero de 500 metros cuadrados lograron producir una cosecha para generar 2.000 litros de jugo.
"Es frustrante que hayamos tenido que ir a Canadá para realizar una gran parte del cultivo y procesamiento. Espero que este sea un producto de vanguardia: un transgénico al que la gente pueda acceder y del que pueda beneficiarse", comentó una resignada Martin.
Ahora bien, la pregunta clave será si un producto modificado genéticamente, aunque pueda revertir en una mejora de la salud, será aceptado por la opinión pública, cada día más escéptica ante la manipulación de alimentos. Una encuesta realizada en la Unión Europea en 2010 reveló que por cada partidario de la ingeniería genética había tres detractores. La última aprobación para un cultivo de alimentos transgénicos en la UE se produjo en 1998.
La comercialización sería más factible en Norteamérica, donde se estima que el tomate morado podría llegar a los supermercados en un par de años. La profesora Martin espera que la incorporación del tomate morado en la dieta de los norteamericanos pueda ampliar las miras de países más reacios a la manipulación de alimentos.
A primera vista podría confundirse con una apetitosa remolacha. Pero sus semillas en seguida lo delatan, revelando que en realidad se trata de un tomate morado transgénico. Tras largos años de arduo estudio, el esfuerzo de 300 científicos internacionales, coordinados por el laboratorio del Centro John Innes de Norwich (este de Inglaterra), parece haber dado su fruto.
Los investigadores tomaron dos genes implicados en la coloración roja en los pétalos de la dragoniana, una planta mediterránea, y los introdujeron en los de la tomatera. Esos genes seleccionados permiten generar antocianina, un antioxidante beneficioso en la prevención del cáncer yresponsable de que las flores y frutas luzcan de color rojo o morado, muy presente en las zarzamoras, los arándanos o las frambuesas.
Tras la complicada operación de ingeniería genética, crecieron unos hermosos tomates que adquirían un intenso color púrpura al madurar, debido al alto contenido de antocianina tanto en la pulpa como en la piel, y cuya aparición en los supermercados cada vez está más cerca. Los primeros 1.200 litros de jugo de tomate morado llegarán pronto a Gran Bretaña, procedentes de Canadá.
Aunque la convencional hortaliza roja cuenta con todos los genes necesarios para generar esos antioxidantes, están inactivos. Gracias a esta modificación que desencadena un proceso dentro de la planta, han conseguido que se desarrolle la antocianina. Normalmente la dieta de la población no contiene la ingesta suficiente de este componente, por lo que alimentos tan comunes como el tomate intentarán suplir esa carencia.
«En el tomate morado tenemos los mismos componentes de estas frutas poco habituales, que pueden incorporarse ahora en otros alimentos más accesibles para que la gente los consuma en cantidades significativas», asegura a la BBC la profesora Cathie Martin, del John Innes Center de Norwich.
Lo fundamental en esta etapa es desarrollar las pruebas de seguridad alimenticia con el jugo para poder demostrar si el tomate morado puede efectivamente tener efectos positivos en la salud de los humanos. Estudios anteriores han ofrecido resultados muy optimistas. Para probar el efecto de esa explosión de antioxidantes, los científicos recurrieron en una ocasión a dos grupos de una cepa de ratones diseñados para ser particularmente susceptibles al cáncer. Tras ser alimentados con tomates convencionales y con los modificados, los que recibieron una fuerte dosis del vegetal de color púrpura en su dieta resultaron más longevos.
Un producto de vanguardia
Aunque la invención es británica, las restricciones de alimentos transgénicos de la Unión Europea obligaron a buscar algún lugar en el extranjero para desarrollar la tecnología y las pruebas posteriores. Los cultivos se trasladaron a la región de Ontario, en Canadá.
Las regulaciones canadienses resultan bastante favorables para los alimentos genéticamente modificados, lo que ayudó a concretar un acuerdo con la firma New Energy Farms. En un invernadero de 500 metros cuadrados lograron producir una cosecha para generar 2.000 litros de jugo.
"Es frustrante que hayamos tenido que ir a Canadá para realizar una gran parte del cultivo y procesamiento. Espero que este sea un producto de vanguardia: un transgénico al que la gente pueda acceder y del que pueda beneficiarse", comentó una resignada Martin.
Ahora bien, la pregunta clave será si un producto modificado genéticamente, aunque pueda revertir en una mejora de la salud, será aceptado por la opinión pública, cada día más escéptica ante la manipulación de alimentos. Una encuesta realizada en la Unión Europea en 2010 reveló que por cada partidario de la ingeniería genética había tres detractores. La última aprobación para un cultivo de alimentos transgénicos en la UE se produjo en 1998.
La comercialización sería más factible en Norteamérica, donde se estima que el tomate morado podría llegar a los supermercados en un par de años. La profesora Martin espera que la incorporación del tomate morado en la dieta de los norteamericanos pueda ampliar las miras de países más reacios a la manipulación de alimentos.
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